Pérdida de audición
En el paladar, el tubo que conecta el oído medio con la garganta (la trompa de Eustaquio) puede no funcionar correctamente, generalmente debido a que los músculos tensores de las trompas de Eustaquio, insertados en los laterales del paladar, en su parte trasera, no están insertados correctamente debido a la fisura.
Esto favorece la aparición de infecciones del oído medio (otitis seromucosas), ya que la válvula que abre y cierra la trompa de Eustaquio para ventilar el oído medio no funciona correctamente y puede dejar pasar comida al interior del oído. Para minimizar esto, intentaremos alimentar al bebé lo más incorporado posible, para que no le vaya leche hacia los oídos, y lavaremos varias veces al día la nariz con suero.
Si hay una infección en el oído medio, el moco impide la correcta transmisión del sonido, con lo que a una audición que frecuentemente está afectada, disminuye la capacidad auditiva.
Las timpanometrías pueden arrojar resultados incoherentes con la presencia de moco detrás del tímpano, esto se debe a la hiperflexibilidad del tímpano (al igual que el resto de tejidos Stickler).
Tener frecuentes infecciones de oído medio puede dañarlo permanentemente, por lo tanto, la audición puede verse afectada y si no se controla y trata correctamente puede afectar a la audición y al desarrollo normal del habla. Ver el folleto Pérdida de Audición Dentro del Síndrome de Stickler.
Habla / Discurso
El efecto de una fisura palatina en el habla de un niño es variable. Durante el discurso el paladar es importante para aislar la nariz, de tal manera que el aire pase a la boca para producir buenas consonantes claras y sonidos vocales. Si el paladar no puede cerrar la nariz adecuadamente, esto puede conllevar un habla nasal (llamado discurso hipernasal).
Una vez que el paladar se ha reparado, la mayoría de los niños progresan desarrollando un habla clara. Si no es así, después de un tiempo prudencial desde la cirugía (que le indicará su cirujano), el niño puede comenzar a hacer ejercicios de logopedia para favorecer la salida correcta de aire, como por ejemplo, soplar por una pajita y hacer burbujas en un vaso de agua, soplar pompas de jabón, succionar a través de una pajita o una jeringuilla, etc..
Algunos niños que pueden continuar teniendo dificultad al hablar pueden necesitar más cirugía – posiblemente una faringoplastia – si el paladar no están cerrando la nariz adecuadamente. Ver folleto Terapia de Habla dentro del Sindrome de Stickler.
Cuidado Dental y Ortodóntico
Los niños que tienen problemas de fisura palatina asociados al síndrome de Stickler pueden tener maloclusión – contacto pobre entre las superficies de masticación de los dientes superiores e inferiores.
Suelen ser necesarios aparatos de ortodoncia o “brackets” para aplicar una ligera presión en los dientes y mandíbulas con el propósito de mejorar la mordida y el alineamiento de los dientes.
El tratamiento normalmente se lleva a cabo en dos fases – alrededor de los nueve años, tan pronto como los dientes incisivos permanentes (los cortantes) y otros dientes secundarios salen, y algunas veces otra vez alrededor de los catorce o quince años cuando la mayoría de los dientes permanentes han salido.
– Tratamiento Ortodóntico a los Nueve Años
El tratamiento ortodóntico llevado a cabo a esta edad ayuda a expandir el arco y a mejorar el alineamiento de los dientes y mandíbulas.
– Tratamiento Ortodóntico a los Catorce o Quince Años
El período que viene luego que la mayoría de los dientes permanentes han salido es el más adecuado para llevar a cabo un tratamiento ortodóntico. Algunas veces, cuando hay una aglomeración dental, puede que sea necesario extraer algunos dientes para dejar más espacio al alineamiento del arco dental.
Se usan aparatos fijos para mejorar la alineación y la mordida de los dientes con el propósito de crear una buena dentadura – la disposición de los dientes en la boca. Esto es importante para la salud, hace que los dientes funcionen bien, y algo muy importante durante la adolescencia, lucen bien.
El tratamiento generalmente se extiende sobre dos años, con visitas mensuales o cada seis semanas para una adaptación o ajuste de rutina. A ésta le sigue la fase de retención para minimizar la posibilidad de una recaída.